Fonte: Educación para la Solidaridad (Manuel Araus)
Más de tres millones de menores no pueden ir a la escuela por la guerra, para aquellos que viven como refugiados en Jordania es lo que más echan de menos
Amna Zughayar, de 9 años y procedente de Deir el-Zour, Siria, vive como refugiada en el campo de Mafraq (Muhammed Muheisen - AP)
Mohammed Bandar, de 12 años, viene de Hama (Siria) y quiere convertirse en doctor algún día, “para ayudar a otras personas”. (Muhammed Muheisen - AP)
Más que su casa, su cama o sus juguetes, es la escuela lo que echan de menos los niños que han tenido que dejar todo lo que conocían por la guerra de Siria. Quieren volver a estudiar. Saben que sin estudios y viviendo toda la vida en un campo de refugiados les espera un futuro incierto. ¿Cómo se ganarán la vida? ¿Volverán algún día a la escuela? Son las inquietudes que tienen algunos de los rostros retratados en el fotoreportaje que publica la agencia Associated Press.
Es un trabajo realizado por el jefe de fotografía de la agencia para Oriente Medio, Afganistán y Paquistán, Muhammed Muheisen. En 2014 ya elaboró una selección de retratos similar a la presente aunque entonces los protagonistas eran niños y niñas que huían de la guerra en Afganistán.
“Todo lo que quiero es volver a mi escuela en Siria y ver a mis amigos”
Cerca de la mitad de los 4,8 millones de sirios que han huido de sus casas son menores. Y muchos de los más vulnerables viven en campos de acogida repletos de tiendas, como los de Jordania, país que acoge 640.000 refugiados actualmente.
El fotógrafo se ha centrado en captar las expresiones de los niños y niñas de los campos de acogida que rodean la ciudad norteña de Mafraq. Son sus miradas y sus aspiraciones.
RAKAN RASLAN, DE 11 AÑOS
Rakan Raslan, de 11 años y de Hama (Siria). Explica que sin educación, su futuro es incierto (Muhammed Muheisen - AP)
Rakan Raslan viene de la ciudad siria de Hama. Huyó con su familia a Jordania dos años atrás porque su casa quedó destruida por la guerra. De piel pecosa, cabello castaño y ojos azules, el niño de 11 años ya es consciente de su realidad: sin educación su porvenir se limita: “Lo mejor a lo que puedo aspirar es a convertirme en conductor”, afirma. De la misma edad es Yasmeen Mohammed, cuya familia huyó de Ghouta del Este, un pueblo cercano a la capital, Damasco. Dice que echa de menos su antigua vida: “Todo lo que quiero es volver a mi escuela en Siria y ver a mis amigos”.
“Lo mejor a lo que puedo aspirar es a convertirme en conductor”
Casi 3,7 millones de niños sirios -uno de cada tres de toda la población infantil del país- ha nacido durante un conflicto que se eterniza. Según un informe publicado por UNICEF esta semana, desde 2011 306.000 niños han nacido siendo refugiados. Pertenecen a una generación que solo ha conocido la violencia, el miedo y el desamparo.
La agencia de la ONU estima que más de 2,1 millones de niños residentes en Siria, y unos 700.000 desplazados en campamentos de países vecinos, no van a la escuela.
“En Siria, cerca de 7 millones de niños viven en la pobreza, por lo que su infancia está marcada por la pérdida y la privación”, afirma el director regional de UNICEF para Oriente Medio y el norte de África, Peter Salama.
Yasmeen Mohammed, de 11 años, viene de Ghouta del Este (Siria) (Muhammed Muheisen - AP)
El conflicto ha matado a más de 250.000 personas y ha desplazado casi la mitad de la población, que, según cifras registradas antes de la guerra, ascendía a 23 millones de habitantes.
En Jordania, apenas 100.000 refugiados viven en campos oficiales de acogida. El resto (de los 640.000 que hay) están dispersados por el país. Aquellos que viven en campos no oficiales afirman que es su única opción, ya que no pueden pagarse un alquiler y que necesitan estar cerca de las granjas; una de las únicas opciones que tienen para encontrar trabajo.
Es el caso de Bandar al-Humaidy, que huyó de la ciudad siria de Hama. “Nos vimos forzados a dejar Siria porque temíamos por la vida de nuestros hijos”, afirma este padre de 13 niños. El hombre de 42 años ahora trabaja en una granja cerca de uno de estos campamentos improvisados.
“Sueño que algún día todo este derramamiento de sangre se detendrá y volveremos a nuestra patria. Y seremos capaces de proteger a nuestros hijos y darles paz y educación”, desea Al-Humaidy.
Un anhelo compartido con las nuevas generaciones. Mohammed Bandar, de 12 años y mirada valiente, afirma esperanzado: “Quiero ser médico y ayudar a las personas”.
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